Violeta Friedman nació en una pequeña ciudad de la región de Transilvania llamada Marghita (Rumania) en abril de 1930. De familia judía, su vida estuvo marcada por la trágica experiencia de los campos de exterminio alemanes.
Violeta Friedmann, junto a su familia, fue hecha prisionera e internada en el Campo de la Muerte de Auschwitz antes de cumplir los 14 años, en marzo de 1944, por las huestes nazis del Tercer Reich. En la misma noche de su llegada, toda su familia -su bisabuela, sus abuelos, sus padres- fue enviada a las cámaras de gas por orden del doctor Mengele, excepto su hermana mayor. Violeta estuvo en Auschwitz Birkenau hasta enero de 1945, cuando fue liberada por las tropas rusas.
Durante 39 años guardó silencio, como la mayoría de supervivientes, tratando de olvidar lo inolvidable, pero fue en vano. Al ver como algunos intentaban negar el Holocausto, comprendió que tenía una obligación: la de contarlo.
Violeta Friedmann, fue quizá involuntariamente una de las voces de los que fueron silenciados o callaron porque habían perdido la esperanza de ser escuchados.
Las personas que tuvieron la oportunidad de conocer y escucharla, saben que se trataba de una mujer judía, digna, bondadosa y orgullosa, defensora a ultranza de la libertad y de la tolerancia, de la democracia y de los derechos humanos. No soportaba la mentira ni menos aún la trivialización de la historia.
Violeta será recordada, muy especialmente, por su largo proceso judicial contra Leon Degrelle, ex jefe de las Waffen SS, sentenciado a muerte en rebeldía por un tribunal belga, pero que encontró asilo en España. Degrelle hizo, en julio de 1985, unas declaraciones a la revista “Tiempo” en las que negaba el genocidio nazi, ironizaba sobre los campos de exterminio y efectuaba juicios ofensivos de tono racista y antisemita.
Tras un largo y difícil proceso judicial, llegó la histórica sentencia del Tribunal Constitucional del 11 de noviembre de 1991, consagrando el derecho al honor y a la verdad. Esta sentencia sentó doctrina constitucional y fue la antesala de la reforma del Código penal en materia de racismo.
Desde 1985 su vida ha estado dedicada fundamentalmente a recordar, para que toda aquella tragedia del Holocausto no sea olvidada y no pueda volver a ocurrir. Mediante entrevistas, conferencias fue dando fe al horror sufrido.
Incluso en 1995 publicó “Mis memorias” pidiendo que las nuevas generaciones no olviden.
Fue defensora de los derechos humanos, falleció en Madrid el 4 de octubre de 2000.
Todos escuchamos sus palabras cargadas de dolor y dignidad, en una lucha intensa y constante contra el olvido y por un compromiso de las nuevas generaciones contra esta ideología criminal del odio.